Durante las fiestas, vamos a someter a nuestros oídos a un estrés sonoro muy importante. Mascletás, fuegos artificiales, verbenas, charangas y un largo etcétera.
Tenemos que tener un especial cuidado, sobre todo, en los actos relacionados con los fuegos artificiales, ya que la detonación de éstos pueden llegar a alcanzar los 160 decibelios, sonidos lo suficientemente potentes como para dañar las células ciliadas del oído interno.
Estas células ciliadas no se reproducen ni se regeneran, por lo que todos los daños producidos por un ruido fuerte o violento, nos van a producir una pérdida auditiva permanente.
Especial atención hay que tener con los niños, ya que las estructuras internas del oído están en crecimiento y los daños producidos por estos sonidos pueden provocar alteraciones importantes en su desarrollo.
La utilización de protectores auditivos nos permite disfrutar de las fiestas con la tranquilidad de no estar perjudicando nuestra salud auditiva.
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La mejor forma de limpiarse los oídos es “no limpiarse los oídos”, se limpian solos... esto puede sonar extraño, pero ahora os lo explicamos.
El cerumen es un necesario e imprescindible protector natural del oído. Al mover la mandíbula, al hablar o masticar, el cerumen se desplaza desde el interior del oído al exterior, es aquí cuando llega al pabellón auditivo cuando lo podemos retirar con un simple pañuelo de papel.
Nunca debemos utilizar los famosos bastoncillos para los oídos, su uso solo nos va a producir problemas. El primero es el aumento de posibilidades de provocar un tapón, ya que aunque pensemos que con su uso estamos retirando la cera, lo que hacemos es empujándola al fondo del conducto auditivo. Con su uso también vamos a irritar el conducto, vamos a eliminar la capa de cera necesaria para una buena lubricación y protección del epitelio, así como el riesgo de poder perforar el tímpano, causando dolor, sangrado y pérdida de audición.
También es importante recordar que el tiempo de que necesita un bastoncillo para degradarse es de 300 años.
En personas que por sus características especiales, que sean proclives a generar mucha cera o producir tapones, debido al uso de audífonos, la utilización de sprays auditivos es una forma suave y efectiva para la limpieza del conducto auditivo, y son de muy fácil uso. La mayoría de estos sprays están realizados con agua de mar tratada.
En el invierno la tasa de problemas auditivos se incrementa, en el siguiente artículo te vamos a indicar unas recomendaciones para proteger tus oídos de los peligros del invierno:
Abrigarse bien: El principal desencadénate de los problemas auditivos en el invierno son los constipados, debido a que el aumento de mucosidad favorece las infecciones auditivas. Por este motivo, y para evitar resfriarnos, debemos de usar prendas que protejan oídos y cabeza, que es la principal zona por la que se pierde el calor. Así como utilizar sprays nasales para realizar lavados de las vías nasales, eliminando la medida de lo posible la mucosidad que pueda haber acumulada en la nariz.
Evitar variaciones bruscas de temperatura: Los cambios abruptos de temperatura son otra de las causas que favorecen los problemas auditivos, así que debemos tener cuidado y abrigarse antes de salir de los lugares interiores y cálidos al exterior, para mantener el calor corporal el mayor tiempo posible y que haya una transición lenta de temperatura en los oídos.
Una correcta ventilación: gran número de las inflamaciones auditivas, y de salud en general, vienen provocadas por los gérmenes que se encuentran en el aire del ambiente. Por eso es tan importante ventilarla bien, sobre todo las estancias comunes de la casa y las habitaciones, para poder renovar ese aire. Con unos minutos es más que suficiente, y conseguiremos que haya un ambiente menos propicio para posibles infecciones.
Una correcta higiene: Tanto la boca como la nariz son las vías de entrada a sustancias dañinas que pueden afectar a los oídos. Mantener las manos siempre limpias, protegernos la boca al toser si estamos constipados, hará que tengamos menos riesgo de contagiar o ser contagiado.